La vivienda, ubicada sobre una plataforma de hormigón, es un paralelepípedo de madera de dos plantas, con carpintería metálica y ventanales rectangulares de cristal, dispuestos de manera irregular y asimétrica, tanto en horizontal como en vertical. Esa organización de los huecos singulariza cada una de las cuatro fachadas. La fachada sur (la más ancha al igual que la norte) es la que posee más huecos, que recorren su planta alta en toda su extensión horizontal. La fachada oriental cuenta con amplios ventanales horizontales, mientras que la norte y la oeste son las más macizas. Por consiguiente, con esta orientación sureste se consigue una adecuada iluminación. En la esquina suroeste cuenta con una terraza volada sobre estructura de hormigón. La geometrización del edificio contrasta con la colina arcillosa sobre la que se asienta, además de crear un atractivo juego cromático. Esta magnífica casa constituye uno de los ejemplos más radicales de arquitectura doméstica del siglo XXI en Málaga, especialmente llamativa en uno de los barrios residenciales, Miraflores del Palo, de peor calidad arquitectónica de toda la ciudad, en el que predominan (salvo algunas excepciones también incluidas en esta base de datos), chalets recargados de ecléctico y dudoso gusto. Por eso, esta casa tiene un componente de atrevimiento que lo singulariza y lo hace objeto de atención y, por desgracia, de crítica, porque, evidentemente, no gusta en el vecindario. Un edificio que permite, por tanto, una reflexión sobre la modernidad en la arquitectura privada malagueña: a casi un siglo del Movimiento Moderno, aún las propuestas modernas siguen resultando chocantes en una ciudad (como en tantas españolas) en la que abundan los híbridos amorfos.

FGG