El encargo se realiza a principios de la década de los setenta por parte del Director General de Arquitectura, Rafael de la Hoz Arderius. El destino del inmueble era la de Laboratorio de Control de Calidad de los materiales de las obras que por aquel entonces realizaba el Ministerio de la Vivienda; posteriormente, y con el mismo uso, pasó a ser parte del Ministerio de Obras Públicas y Urbanismo, y luego de la Consejería de Obras Públicas y Transportes.

El inmueble es de planta rectangular y de una altura única. A pesar de ser un edificio sencillo, el uso del hormigón posee características estéticas, ya que a través de los encofrados se le ha dotado de volúmenes interesantes. Destaca el alzado escalonado invertido de sus fachadas marcado por las cornisas que van sobresaliendo conforme ascienden, mientras que prismas verticales marcan las esquinas y la separación entre los vanos alargados que alumbran el interior.

Los motivos lineales no se limitan al hormigón del inmueble, sino que también son visibles en el muro que delimita el solar, sobre todo en el tramo curvo de la rotonda que une las dos calles, donde aparecen figuras geométricas. En la cornisa superior aparecen las siglas MV en alusión a su primer propietario, el Ministerio de la Vivienda.

Se trata de un prototipo arquitectónico, en origen para el INCE (Instituto Nacional para la Calidad de la Edificación) del que quedan ejemplos en La Coruña y Palma de Mallorca, ambos rehabilitados y convertidos en Laboratorio da Sustentabilidades y en Laboratori d’arquitectura Francesc Quetglas, respectivamente. Esperemos que el ejemplo malagueño tenga una finalidad parecida.

Antonio Fernández Alba ha sido premio nacional de arquitectura en los años 1963 y 2005, Medalla de oro de la arquitectura 2002 y miembro de la Real Academia de la Lengua.