Proyectado y construido por Antonio Lamela en 1969, es otro de los primeros proyectos de envergadura en la Costa del Sol; a diferencia de los anteriores conjuntos de Antonio Lamela en Torremolinos, La Nogalera y Playamar, este de La Meridiana –también conocido como San Enrique- muestra un mayor cuidado en lo relativo a escala y proporción respecto a la arquitectura preexistente. Desde un punto de vista funcional, fue concebido como centro comercial de la zona Norte de Torremolinos, situándose al borde la antigua N-340 a modo de fachada septentrional de la misma a su paso por el núcleo poblacional.
El conjunto residencial y comercial se dispone sobre un gran solar de 70.498 metros cuadrados distribuidos por un terreno de forma triangular y en ligera pendiente hacia el Sur. La idea fue desarrollar la zona comercial en varios planos subterráneos con el fin de respetar la limitación de altura y separar claramente los distintos usos del complejo, aunque procurando su perfecta interrelación. Así, el centro comercial se distribuye en cuatro plantas, tres de ellas subterráneas; y si bien la estructura de pilares es común para todo el complejo, cada nivel constituye una entidad bien diferenciada y un trazado completamente distinto. Las diferentes plataformas están comunicadas, eso sí, por una serie de grandes huecos en vertical por los que penetra la luz y el aire, además de unidas mediante una serie de rampas y ascensores que favorecen el tránsito de todo tipo de personas.
Los accesos a la zona pública se efectúan todos desde la planta baja, tanto los peatonales como los vehiculares; una rampa de doble dirección desciende hasta el nivel de aparcamientos, el más inferior de todo el complejo. Sobre éste se alza la planta de almacén, donde se abren ya los citados huecos de ventilación y aireación que serán repetidos en las siguientes alturas. A continuación se dispone la planta de locales comerciales, donde se multiplican los jardines y fuentes en espacios atractivos para el visitante, y sobre ésta la planta baja, situada ya a nivel de calle.
La planta baja es también comercial, distribuyéndose los locales tanto a lo largo del perímetro del complejo como por las numerosas terrazas y paseos interiores, configurando cada uno de ellos un pequeño espacio acotado dentro de otro mucho más amplio. Estos espacios de descanso y tránsito en la planta baja se abren a los grandes huecos en vertical que iluminan los niveles subterráneos; uno de ellos se proyecta hacia el exterior en forma de gran estructura de cemento visto y coronamiento circular, en cuyo interior se aloja una rampa helicoidal que desciende a los niveles inferiores. Sobre la planta baja se dispone una entreplanta que es ya un espacio menos comercial y más íntimo y que sirve de arranque y comunicación entre los bloques de apartamentos. Finalmente, las terrazas superiores, al nivel de arranque de los bloques (1ª planta), forman ya la zona comunitaria, estando comunicadas mediante una serie de pasalelas.
Los bloques de apartamentos se disponen de una manera que traduce las irregularidades de todo este conjunto de plataformas y niveles. Cuatro de ellos se unen para crear un gran edificio continuo que discurre en paralelo a la calle que delimita la parcela por su lado Oeste, describiendo en la esquina meridional una amplia curva para facilitar el encuentro con el vial principal, la antigua N-340. Puesto que la parcela descendía ligeramente hasta este punto intersticial, se compensó la diferencia de cota aumentando la altura de la planta baja.
Cada bloque de cincos pisos distribuye los apartamentos a ambas fachadas, cuyo perfil quebrado proviene del escalonamiento de las terrazas en busca de la mejor orientación individual y una mayor intimidad. A cada apartamento le corresponde una pareja de terrazas, conformando así un módulo que se repite invariablemente para generar un gran frente continuo solo interrumpido por las secciones destinadas a acoger las comunicaciones verticales. Estas últimas se han destacado en dos sentidos: por una parte, se proyectan a una mayor altura que los apartamentos a fin de acoger la maquinaria de los ascensores y permitir el acceso a las terrazas superiores; y, por otra, se distinguen cromáticamente. El juego de los volúmenes quebrados se enriquece con la particular conformación de los parapetos de las terrazas de los apartamentos, donde el muro desaparece para alojar un gran macetero. Un quinto bloque, también de cinco pisos, se presenta aislado cerca de la esquina Noreste de la parcela y asomado al vial principal. En este caso las cuatro fachadas se articulan mediante una retícula que delimita las terrazas, las cuales se proyectan hacia el interior y se giran unos 45º con respecto a la calle, en busca de una mayor intimidad.
Esta actuación de Lamela hay que situarla dentro de un programa mucho más amplio destinado a urbanizar ambos lados de la N-340 a su paso por el núcleo de Torremolinos. En el mismo año de 1970, el arquitecto proyectaba una gran urbanización para la zona de Los Manantiales, donde Luis Alfonso Pagán estaba además construyendo su conjunto de tres torres. El proyecto de Lamela, altamente especulativo y utópico, presentaba más que evidentes similitudes con las ideas para la ciudad radiante de Le Corbusier. El conjunto de La Meridiana resulta, en comparación, mucho menos arriesgado, pero también más lógico en su integración en la trama urbana preexistente. A diferencia de su conjunto La Nogalera, la segregación de los distintos usos aquí se ha hecho con arreglo al nivel del suelo, desarrollándose una auténtica ciudad comercial subterránea a fin de que los bloques de apartamentos no sobrepasasen la altura permitida por la normativa local. Sin embargo, el proyecto sorprende por la magnífica interacción de las distintas plataformas a través de los huecos que las atraviesan en vertical y por la complejidad de un diseño que juega con los distintos planos para ofrecer multitud de espacios individualizados aunque interconectados. Estilísticamente, La Meridiana ha de ponerse en relación con la arquitectura turística de la Costa del Sol, donde se entremezclan los principios del Movimiento Moderno bajo un nuevo enfoque, más «amable» y destinado a proporcionar espacios naturales para el desarrollo de los nuevos tipos de vida asociados al ocio. En cualquier caso, Lamela abandona aquí algunos de los postulados de lo que posteriormente se dará en llamar estilo del relax para proponer una arquitectura más rigurosa que no renuncia, sin embargo, a un cierto grado de confort.
Como sucede con otros conjuntos comerciales y residenciales de la época, los locales comerciales orientados hacia el interior del conjunto, que dan a los espacios peatonales, han sido prácticamente abandonados en su totalidad, lo que prueba el rechazo en nuestros días a este tipo de propuestas comerciales asociadas a un conjunto residencial. De este modo, la zona de terrazas y pasarelas públicas hoy permanece cerrada al tránsito público. El centro comercial subterráneo ha conocido mayor suerte, siendo completamente rehabilitado y modernizado en 2001 tras un periodo de cierre.
IVV