El Hospital Materno Infantil de Málaga se sitúa en los antiguos terrenos de la “Finca Ortega”, con su fachada principal orientada al Arroyo de los Ángeles, y mirando hacia la fachada lateral del Hospital Civil Provincial; ocupa una superficie de 27.256 metros cuadrados, y una superficie construida de 53.166 metros cuadrados, distribuidas en 8 plantas.
El volumen del edificio se organiza en tres piezas fundamentales: un gran zócalo de comunicación y servicios, y dos módulos separados y enfrentados que se dedican a Maternidad y Pediatría. La limpia volumetría del edificio desarrolla la tipología hospitalaria de “Base y Torre”, desplegada por el Instituto Nacional de Previsión a partir de la segunda mitad de los años 60. Todo este sistema se completa con un conjunto de rampas que facilitan el acceso a la entrada principal, situadas en el punto de simetría del gran zócalo que se adelanta a modo de techo volado del cuerpo de la primera planta, tomando uso de marquesina de parte de la rampa de acceso. A su vez, dos puertas secundarias situadas en los laterales de los volúmenes de hospitalización permiten el acceso a las urgencias infantiles (al Sur) y las de maternidad (al Norte). La torre Norte con 8 plantas se destina a Maternidad, y la Sur (con 7 plantas) a Pediatría.
El gran zócalo permite alojar servicios comunes en sus cuatro plantas (de la 1 a la 3) para ambas torres, como quirófanos, hospital de día o unidades especiales, junto a servicios generales y administración. La planta 0 acoge las dependencias relacionadas con el exterior, y las inferiores, los servicio de pruebas como Radiodiagnósticos y Hematología, unidas a los servicios de Mantenimiento o Lavandería.
En 2009 se construye una nueva unidad de Hematología, proyecto del arquitecto Joaquín Galán Vallejo, un despliegue de arquitectura e ingeniería que cuelga literalmente desde la rampa de acceso de automóviles. Ahí se ha construido una nueva puerta y una rampa que vuela desde el foso hasta el nivel de la calle. Este mismo arquitecto, especializado en construcciones sanitarias, ha sido el encargado de todas las remodelaciones realizadas a este hospital entre 2004 y 2010.
El Hospital Materno Infantil se proyectó antes de 1972 por un equipo formado por los arquitectos Javier Picabea Cervino, Lluís López Fando de Castro, Rafael Carrasco Amat y Alfonso Cuadrado Bueno, bajo la dirección, diseño y desarrollo de Fernando Flórez Plaza, y la asesoría del médico Manuel Santos Zamacona, encargado de la planificación de las cuestiones técnicas y el plan funcional del hospital.
La estructura cerrada del edificio se ordena a modo de “cajas contenedores”, y la fachada por la secuencia de vanos regulares abiertos en el muro, secuencia abierta entre pilares a modo de “muro cortina” que se parapeta tras las placas de hormigón armado del recubrimiento, desnudo y bruto, tratamiento de materiales que entronca con un “nuevo brutalismo”, muy suavizado y epidérmico en este caso.
La tipología de hospital de “base y torre” se desarrolla en España a partir del proyecto de “Hospital Teórico” de Martín José Marcide Odriozola, jefe del Departamento de Proyectos del Instituto Nacional de Previsión hacia 1960, que no verá su materialización hasta la construcción del Hospital Infantil de Cantabria de Fernando Flórez Plaza en 1969.
El Hospital Carlos Haya de Málaga y el Hospital Materno Infantil representan dos momentos diferentes del Plan de Residencias Sanitarias llevadas a cabo en España en sus dos fases. La primera entre 1947 y ca. 1950, y la segunda, a partir de la segunda mitad de los años cincuenta.
Pieltain (2003) ha realizado un profundo estudio sobre los “Hospitales de Franco”; tomaremos su tesis para explicar las diferencias sustanciales de estos dos periodos, materializados en Málaga en estos dos edificios.
El Instituto Nacional de Previsión desarrolla el Plan de Instalaciones Sanitarias de 1947, a partir del Concurso Nacional de Instalaciones Sanitarias, que se operó en dos fases. La Oficina Técnica cuenta inicialmente con un equipo técnico en plantilla a los que se sumaban arquitectos contratados. Esta plantilla está formada por Eduardo Garay, Juan de Zavala y Germán Álvarez de Sotomayor, y tras el concurso de 1947 se unen Aurelio Botella, Marcide y García Mercadal como arquitectos contratados por obra. En los años cincuenta entra Cavestany, y en 1964 se unen Rafael Aburto, Cabello, Federico del Cerro, Padrón de Velasco, Javier Picabea Cervino, Fernando Flórez y Miguel Tapia. Llegados los años setenta, ingresan Alfonso Casares, Aurelio Botella Clarella (Botella hijo), Reinaldo Ruiz Yebenes, José Ramón Fernández Oliva, Alonso Taboada, y otro de los arquitectos que nos ocupa, Luis López Fando de Castro. Estas fueron fechas de gran demanda de hospitales, por lo que la plantilla siguió creciendo con otros arquitectos como Rafael Carrasco Amat y Alfonso Cuadrado Bueno, que también participan en el diseño del Materno de Málaga.
En la primera etapa del Plan, las plantas de los hospitales toman en general la forma simétrica de un avión, con cada ala separadas por sexos, la cola se destina a zona de quirófanos y “el fuselaje a las circulaciones verticales de ascensores y otros servicios”. Este planteamiento produjo algunos problemas ya que el grupo de “ascensores y escaleras intermedia entre el bloque quirúrgico y el de hospitalización, era de cruce de circulación entre residentes y visitantes”, además de que estaba concebidos como hospitales independientes (policlínicas) por planta dispuestos en vertical, agrupando los quirófanos por planta de cada especialidad médica, lo que suponía un desaprovechamiento de las instalaciones. Este no fue el caso del Hospital Carlos Haya de Málaga, diseñado por Germán Álvarez de Sotomayor e inaugurado en 1956 como un volumen compacto alejado de este diseño en planta de avión.
Finalizada la primera etapa del Plan Nacional (ca. 1955) se pone en marcha la segunda. Según Pieltain (2003) hacia los sesenta, el Instituto Nacional estudia un proyecto alternativo para hospital, promovido por los doctores Aliseda, Junquera y Santos, junto con el arquitecto Marcide (jefe de la Oficina de Proyectos), Zavala y Eduardo de Garay. Querían sustituir el modelo de residencia de la primera fase del Plan por otro más adecuado a la situación social y económica del país (bonanza económica, aumento de la natalidad, reducción de la mortalidad). El hospital teórico de Marcide y sus tres asesores (1960) se adaptan a los avances y especialización de la medicina, lo que obligó a modificar los programas y el soporte de la arquitectura: las especialidades quirúrgicas aumentan, y se subdividen buscando mejores rendimientos; también así los servicios de maternidad, ginecología y pediatría, y como algo novedoso, se incorpora una unidad de enfermería para pacientes en proceso de diagnóstico, un “encame” previo a las intervenciones, algo hoy muy común.
Para el nuevo proyecto “tipo” se conserva el esquema en planta de avión con alas de enfermería y cola de cirugía, pero ambas piezas se modifican: el programa quirúrgico se diseña con un volumen más extenso e independiente, ocupando tres pisos que serían compartidos por todas las especialidades médicas.
El bloque de hospitalización también sufrirá modificaciones: los anteriores hospitales en planta de avión se proyectaban con criterios de orientación solar y ventilación cruzada, con un esquema lineal de habitaciones al Sur, y zona de servicios al Norte. Los cambios acaecidos en la farmacoterapia permiten abandonar este formato con unas alas de enfermería más compactas, habitaciones a ambos lados del pasillo, y locales de apoyo centrados junto al grupo de ascensores en el centro del bloque. Este bloque, ahora más corto y ancho, optimiza el desplazamiento del personal de enfermería, adaptando los esquemas europeos y norteamericanos en los edificios españoles.
Respecto a la relación entre área de hospitalización y cirugía, evoluciona desde plantas diseñadas como “clínicas privadas” autónomas (habitaciones, quirófanos y demás locales de gestión independiente por planta) a “hoteles” de hospitalización sobre un centro médico que se planifican con criterios de eficiencia, donde cada planta se distribuye en sentido ascendente de la forma más lógica posible: pediatría, ginecología, traumatología, urología y oftalmología y otorrinolaringología en la última planta, dejando en las plantas bajas los servicios clínicos, el ambulatorio y los servicios generales del hospital, distribuyendo este esquema en dos elementos básicos: un bloque principal de residencia, y un zócalo para el resto de usos. Para resaltar los diferentes contenidos médicos, cada elemento de la composición se diseña con un tamaño de huecos y acabados diferentes.
Todo este desarrollo teórico solo pudo llevarse a la practica a partir e 1969 en el Hospital Materno-infantil de Cantabria (1969) diseñado por Fernando Flórez, en el que se detecta ese cambio del lenguaje de los proyectos del INP, un cambio que quiere llevarlos desde la tradición a la modernidad, basado en una composición modular de ordenación en “cajas” vinculada a los planteamientos del Movimiento Moderno.
Esta evolución llega de la mano de algunos hechos políticos, sociales y económicos: el Plan de estabilización de 1959, el ingreso de España en la ONU en 1955 y la inauguración de la Embajada de los EE.UU. de Madrid en 1955 (Leland W. King, Ernest Warlow –proyectistas- y Mariano Garriguez Díaz-Cañabate) junto con la nueva Ley de Bases de la Seguridad Social hará que se mire otro horizonte, que motivará la construcción de grandes complejos hospitalarios en áreas que debían dar cabida a nuevos servicios médicos.
Este óptimo formato que ya funcionaba en Europa y Estados Unidos, no se aplicó de igual manera en España: las prisas y la búsqueda del ahorro fueron reduciendo los zócalos hospitalarios (base) y los locales y usos que los ocupaban. Esto llevó a la necesidad de realizar entradas independientes a diferentes servicios, que obligaron a proyectar fosos, rampas voladas de acceso y demás elementos accesorios para adaptar estos edificios tipo; la consecuencia de todo esto fue que la “línea de flotación” del edificio y los accesos al hospital quedaran descolocados, incómodos y laberínticos, algo que aún hoy puede apreciarse en el hospital Materno de Málaga.
La necesidad de una vasta red de hospitales en España condicionó las fases de diseño y construcción de los edificios: los diseños utilizados eran repetidos y reutilizados sin estudios “a fondo” de los solares, por lo que se hizo necesario el diseño de rampas de acceso para ajustar el proyecto a los terrenos reales. El desarrollo constructivo dependía de alguna de las cinco constructoras que colaboran con el Instituto, por medio de un concurso con lista cerrada de precios; los arquitectos controlaban más o menos las obras, que a menudo comenzaban incluso antes de la terminación de los proyectos. Estos trabajos estuvieron financiados por la Caja Nacional del Seguro de Enfermedad.
De fechas cercanas a esta obra malagueña son la Ciudad Sanitaria “25 años de Paz”, en Madrid, de Marcide (1964); la Ciudad Sanitaria “La Fe”, en Valencia (ca. 1963, Zavala, Picabea y Flórez); La Resaca en Murcia, de Fernando Flórez; Facultad de Medicina y Hospital de la Laguna, de Javier Picabea Cervino, etc.
IHS