Ramón Vázquez Molezún es una de las figuras de referencia de la Historia de la Arquitectura Moderna Española. Numerosos premios, como el Nacional de Arquitectura, en 1954, el de Arquitectura de la Trienal de Arte de Milán, en 1955 y la Medalla de Oro de la Arquitectura de la CSCAE, en 1992, han supuesto el reconocimiento a una dilatada labor iniciada en los años cincuenta. Tras su estancia en la Academia Española en Roma, entre 1949 y 1952, inicia una constante y fecunda colaboración con José Antonio Corrales con quien comparte el éxito internacional obtenido con el Pabellón Español de la Exposición Universal de Bruselas de 1958, conocido como Pabellón de los Hexágonos. El estudio Corrales y Molezún permanecerá activo durante cuatro décadas.

La presencia en Málaga de la obra de Vázquez Molezún se inicia a finales de los años cincuenta. Está documentada su participación como arquitecto colaborador en Hitemasa (1958-1963). En 1962 recibe el tercer premio en el concurso para la Prolongación de la Alameda de Málaga. En este mismo año comienza una fructífera relación profesional con Marbella, con la elaboración del Avance de Ordenación de la finca Artola Marbesa, que se prolonga hasta mediados de la década de los ochenta con numerosos proyectos de viviendas y apartamentos. Asimismo se registra su trabajo en otras localidades de la provincia como Estepona o Vélez-Málaga.

Previo al proyecto desarrollado en Málaga, es el edificio de apartamentos y centro contable del Banco Exterior de España en Madrid, de 1969, firmado por Vázquez Molezún, en colaboración con José Antonio Pruneda Argota. En el trabajo para la entidad en Málaga, los arquitectos debieron tener en cuenta nuevos factores singulares. A su particularidad arquitectónica, el inmueble suma una significación urbanística, al actual de «engranaje» entre dos zonas de gran significado en la trama urbana: la histórica Alameda, con sus edificios principalmente decimonónicos, y la Prolongación, como uno de los ámbitos contenedores de la modernidad arquitectónica en la ciudad. Y el río Guadalmedina como límite natural. Pasado y presente de un espacio urbano con una gran carga espacial, visual y simbólica. No obstante, las alturas de los edificios cercanos han mermado este efecto, contemplado en el proyecto original. En atención a estas premisas se entienden las citas a la arquitectura del siglo XIX, a través del uso del ladrillo y una interpretación esquemática de los cierros. El diálogo con el entorno se hace explícito en el tratamiento de los vanos estrechos y alargados que en pareados o simples se dan en el edificio de la Alameda Principal, 44, construido en los años cuarenta. Por otro lado, esta distribución de ejes verticales de paramento de ladrillo combinados con los ejes de vanos enrejados en blanco se concibe como concesión plástica al planteamiento simplificado de las fachadas. Una segunda concesión articula un juego de contrarios en los cerramientos de los ejes verticales, invirtiendo las vertientes de tejado y basamento a través de un cuerpo en plano inclinado. Esta solución, además de permitir ampliar el área construida sobre el nivel del solar, contribuye a aligerar la densidad volumétrica de la construcción, volándolo sobre el nivel de la calle.

BRG