El inmueble, exento, ocupa una parcela trapezoidal en la intersección entre la Alameda Principal y el río Guadalmedina, salvada a través del puente de Tetuán. Esta situación urbanísticamente compleja se soluciona con eficacia, otorgando semejante protagonismo a sus dos fachadas principales: aunque el acceso se abre en la fachada que da a la Alameda Principal, la que corre paralela al curso del río, a lo largo de la actual calle José Manuel García Caparrós, está tratada con idéntica singularidad. La esquina resultante se resuelve a través de un cuerpo en resalte que actúa a modo de charnela de perfil curvo; este resalte permite la apertura de una terraza corrida en curva con balaustrada en la parte superior; la esquina recibe además un tratamiento diferenciado en la organización de los vanos dispuestos de forma asimétrica en tres grupos: doble en el tramo que da a la Alameda Principal, triple, aunque más estrechos en su adaptación a la curva, e igualmente triple en el recorrido paralelo al río. La esquina curvada del inmueble se remata con una airosa palmeta gigante de perfil recortado.
El módulo central del edificio se resuelve en altura con una planta baja, cuatro pisos y un ático retranqueado. Los vanos inferiores, alterados por la adaptación comercial de los mismos, se convierten en balcones con antepecho metálico a partir de la segunda planta.
Estéticamente se opta por una combinación interesante de elementos de reminiscencias déco, a través del tratamiento aerodinámico de los perfiles y la simplicidad de los vanos y del paramento, con un aparato ornamental a base de placas recortadas y volutas bajo las balconadas y en la portada, de carácter historicista neobarroco. La carga de representatividad de una de las arterias principales del centro histórico se ha dejado sentir aunque con concesiones a una apuesta singular por la modernidad arquitectónica.
BRG