Proyectado a partir de 1961 y construido entre 1963 y 1966 sobre un solar de 23.397 metros cuadrados en pleno centro urbano de Torremolinos, La Nogalera fue el primer gran complejo comercial, residencial de lujo y turístico de la zona y una de las más importantes promociones inmobiliarias de España en la época. La zona comercial y de esparcimiento se desarrolla en horizontal, mientras que las viviendas lo hacen en vertical a partir de una media de 4 m sobre el nivel de las calles. La planta baja está dedicada a usos comerciales, con diversos locales que fueron revestidos de madera natural para uniformarlos entre sí y con el resto de construcciones. Estos locales se disponen en los perímetros de cada una de las tres parcelas en que se divide el conjunto y a lo largo de las calles peatonales interiores, conformadas a modo de galerías cubiertas que también se revisten de madera; estas galerías están entrelazadas por patios o plazas ajardinadas descubiertas y dotadas de fuentes, que refuerzan la conexión con los jardines superiores y entre los diferentes usos del conjunto; en ellas se favorece la aireación transversal natural, conformada mediante la separación entre los forjados que delimitan los bloques de viviendas y los de jardinería del primer piso.
Sobre el techo de la planta baja se disponen los jardines para desarrollar en ellos la zona de esparcimiento elevada sobre el nivel de la calle y, por tanto, aislada de la misma. Incluye piscinas y un minigolf, además de un restaurante con dedicación a club social e importante presencia volumétrica en el conjunto. En algunos puntos se crean vacíos para favorecer la comunicación con los jardines de la planta baja. Un componente de clara filiación urbanística son los pasos elevados que conectan las distintas parcelas al nivel de la jardinería en primera planta, favoreciéndose así el tránsito autónomo respecto al de la calle. También se disponen una serie de escaleras y rampas para comunicar directamente los jardines con los patios descubiertos de la planta baja; como las pasarelas elevadas, están realizadas en hormigón visto y constituyen una suerte de esculturas geométricas que contrastan con los jardines. Un elemento novedoso en la época –aunque ya ensayado en el hotel Tres Carabelas del propio Lamela- fue la planta técnica para instalaciones situada entre la planta baja y la primera.
La zona residencial se distribuye en seis edificios de diferentes alturas –cuatro, seis, ocho y diez plantas-, con 242 apartamentos de lujo dotados en origen de aire acondicionado, con una superficie media de 72 metros cuadrados; todos los bloques tienden a la planta rectangular salvo el más meridional, dedicado a apartotel, que escalona su fachada al Este frente de uno de los pequeños centros deportivos para lograr el máximo de intimidad y vistas óptimas. Los dos más altos están coronados mediante unos magníficos luminosos orientados a la plaza. Cada uno de los bloques está además dotado de tres accesos, uno a nivel de jardín (el principal), otro a nivel comercial y el último en la planta subterránea, con acceso a los garajes. Todos los apartamentos gozan de una gran superficie de terraza para el correcto soleamiento y están cuidadosamente distribuidos a fin de colocar en la fachada todos los espacios vivideros y desplazar al interior los accesos y servicios. La terraza, por sus dimensiones, se convierte en una estancia más con una de sus caras abiertas al exterior; los petos que las cierran establecen franjas continuas que contrastan cromáticamente gracias a su tratamiento pétreo respecto al plano de fachada y los huecos, dinamizándose así la rotunda y limpia imagen de los volúmenes arquitectónicos. Estos petos macizos fueron proyectados en origen con una altura de 1,20 m, pero por decisión de la propiedad fueron reducidos en 50 cm para favorecer las vistas desde el interior con el consiguiente perjuicio estético. En el techo de las terrazas se emplea el mismo revestimiento de madera natural que en locales comerciales y galerías cubiertas; en general, se empleó en todo el conjunto arquitectónico materiales cuidadosamente buscados.
El problema de la continuidad del conjunto respecto a la arquitectura tradicional del casco urbano se solucionó mediante la creación de una irregular y estrecha calle comercial flanqueada en uno de sus lados por edificios de dos plantas con fachadas de un característico tipismo andaluz, incorporándose en el intermedio otro edificio comercial de transición para no violentar el paso de lo tradicional a lo moderno. Esta calle soluciona además el problema de la diferenciación de escalas entre lo moderno y la arquitectura preexistente.
El conjunto supuso un hito histórico en la Costa del Sol, siendo una de las grandes promociones inmobiliarias de la época y motor del despegue de un incipiente turismo en Torremolinos junto a las urbanizaciones Playamar, del propio Lamela, y Eurosol. La Nogalera sigue siendo hoy referente en la ordenación de un conjunto residencial donde se prima el espacio no construido. Su proyección aportó una solución de compromiso a la hora de intervenir en un centro de modo arriesgado, contrario a las pautas de reconstrucción historicistas. Efectivamente, el arquitecto renunció conscientemente a una continuidad con la ciudad existente para plantear una realidad urbana distinta. Para ello hizo propias las ideas de Le Corbusier a fin de segregar las vías en función de su velocidad y crear una planta baja que añadía tejido urbano para favorecer mediante calles interiores la circulación peatonal sin obstáculos, bajo los edificios. A la vez, el alzado de los edificios sobre el nivel de la calle permitía la estricta separación de viviendas y circulación rodada, como también la segregación de los espacios públicos y los privados gracias a la situación de las zonas comunitarias sobre el techo de la planta baja. De hecho, el traslado desde el suelo hasta la primera planta de los espacios verdes para favorecer la creación de tejido urbano no tradicional bajo los mismos fue el motor y el gran logro de la propuesta, a pesar de que también se crearon nuevas calles para la circulación rodada entre las distintas parcelas del conjunto. Las zonas comunitarias para el esparcimiento y el ocio, al situarse sobre las calles peatonales y no entre ellas, lograban una independencia absoluta y una intimidad para la vida privada totalmente inédita, que no se interrumpía si quiera en el tránsito entre las distintas parcelas gracias al empleo de las pasarelas elevadas que salvan el tránsito vehicular. Sin embargo, todas estas ideas se asimilaron a un concepto más complejo de la ciudad y ajeno al modelo de zonificación, facilitándose la integración de los diferentes usos de la ciudad moderna y la aparición de espacios intersticiales para posibilitar una transición no traumática con la arquitectura precedente. Sin duda, Lamela alcanzó a formular un elevado número de soluciones novedosas e interesantes a la hora de resolver todos estos problemas de ordenación del espacio. En cuanto a la arquitectura, el empleo de materiales de calidad, las amplias superficies de terraza y los revestimientos garantizaban una cálida habitabilidad. El conjunto, inaugurado en marzo de 1966 por el entonces ministro Fraga Iribarne, fue premiado con la Placa de Oro al Mérito Turístico por el Ministerio de Información y Turismo un año después. En sus locales comerciales se alojaron algunos de los establecimientos con mayor solera de la localidad.
IVV