La Residencia Sanitaria Carlos Haya, conocida en Málaga como el Pabellón “Viejo” o “A”, se sitúa en una parcela de unos 58.785 metros cuadrados que actualmente comparte con el “Pabellón Nuevo”, “B” y el edificio del “Área de Hematología”. El edificio del Pabellón “A” se situó en el extrarradio de la ciudad, en el “Camino de Antequera”, rodeada de un pinar y jardines que desaparecieron en 1972 al construir el Pabellón “B”.
Este edificio fue el origen de lo que es hoy el Hospital Regional Universitario Carlos Haya. En 1972, ya en la segunda etapa del Plan Nacional de Instalaciones Sanitarias, se inaugura el edificio del Pabellón “B” y el área de Hematología, pasando a llamarse “Ciudad Sanitaria Carlos Haya”. En 1981 se inaugura un nuevo hospital en Málaga, el Materno Infantil. Hasta ese momento las maternidades y pediatría se atendían en Carlos Haya y Hospital Civil, este último dependiente de la Diputación Provincial, que también pasa a incorporarse a la “Ciudad Sanitaria” junto con el Hospital de la Cruz Roja en los años noventa. A estos últimos se unirá posteriormente el Centro de alta Resolución Especializada (CARE) situado en el Muelle Heredia.
El bloque compacto de este hospital desarrolla la cuadricula de planta alrededor de dos patios de luces y ventilación; visto desde la fachada principal orientada al sureste, el módulo central determina la verticalidad de simetría clásica, y se adelanta al volumen general. El gran peso del edificio se aligera en la fachada con los elementos de ventilación e iluminación, gracias a las verticales determinadas por los balcones de esquina y del cuerpo central, y la horizontal por el uso de la loggia que dibujan los solárium de la última planta. Estas soluciones, funcionales y estéticas, además de abrir el edificio, le proporciona luz y ventilación. La organización general de la fachada superior responde a un esquema clásico, en el que las nueve plantas del edificio se organizan sobre un basamento de dos pisos donde el segundo se considera el nivel de calle, gracias a la escalera frontal y las dos rampas circulares que nos suben desde el nivel de la avenida. El cuerpo, de seis plantas, da paso al ático desde el elemento de la loggia que lo corona, que se utiliza de igual manera para el edificio de la “Caja Nacional”, en calle Córdoba, obra del mismo arquitecto. Este ático de una planta, retranquea los volúmenes laterales, conservando adelantado el central que cambia sus aberturas por arcos rebajados sobre los que colocaba vanos de ojo de buey, de los que hoy solo se conserva uno. La cubierta de todo el cuerpo central es aterrazada en cuatro niveles diferentes, ya que como hemos indicado los cuerpos del ático se retranquean y bajan en altura respecto al central, además de perder un piso desde la mitad de edificio hacia la fachada noroeste.
El ritmo de los vanos de la fachada principal (Sur), aunque seriado y consecutivo no llegan a ser monótono, aunque sí en las laterales que sólo se ven aliviadas gracias a que el suelo de la terraza decrece en altura, por lo que los pilares que conforman el solárium quedan abiertos a la cubierta plana superior.
El clasicismo simplificado y rígido de estas tres fachadas cambia drásticamente en la fachada trasera (norte), en la que los prismas decrecen en altura hasta liberar al patio de ventilación y luces en esta fachada escalonada. Aquí el arquitecto se libera de la representatividad exigida en la fachada principal y se deja llevar por un juego de volúmenes simétrico cuyos brazos laterales dejan paso a un zócalo de dos plantas y el brazo central del tridente se rebaja, perdiendo cuatro de sus plantas. El resultado es una fachada permeable y abierta, comparable a las de otras Residencias Sanitarias más progresistas realizadas en este momento por el INP.
Las características de la composición en planta de edificio responden a una solución buscada por el arquitecto para salvar los accidentes de la superficie del terreno con fuertes desniveles. Según explicó el mismo arquitecto en la revista Arquitectura nº 19, las condiciones del terreno obligaron a un repliegue de las alas de enfermería en ángulo recto con la línea de la fachada principal (sur), reduciendo así los movimientos de tierra, evitando plantas soterradas y facilitando la circulación alrededor del edificio.
La distribución de servicios por plantas queda funcionalmente organizado: el semisótano cuenta con una puerta de ingreso para personal subalterno y servicios generales del hospital como lavandería, plancha, cocina, vestuarios, etc. la planta primera se reserva para relaciones externas del hospital, como el acceso, vestíbulo con ascensores, central de teléfonos, administración, la capilla, consultas y laboratorios, radiología o la residencia de enfermeras y médicos internos. En la primera planta se sitúa el punto central de cirugía con los quirófanos y su enfermería correspondiente. Desde esta planta en adelante, todas contarán con un puesto central de enfermeras, las salas de visitas y las diferentes salas de enfermería. En la séptima planta se situaba la Residencia de monjas que atendían el hospital junto con las enfermeras residentes, y en la octava planta, de distribución menor y diferente, el depósito de agua y almacenes de enseres.
Desde un principio el edificio estuvo pensado para que la circulación de visitas y la del personal interno (como por ejemplo la circulación de camillas a los servicios clínicos y quirúrgicos), fuera totalmente independiente. De la misma manera la comunicación de cada enfermería (una por planta) y los servicios clínicos y quirúrgicos (centralizados en bloque en la primera planta), es doble, pudiéndose utilizar los montacamillas centrales o la escalera, al igual que los ascensores situados junto a los montacamillas.
Aunque existían consultas externas, la mayoría de ellas se centralizaban en la “Caja Nacional”, situada en calle Córdoba.
Toda esta organización, a priori, muy funcional, actualmente se ha transformado en un verdadero laberinto, demasiado complejo para desplazamientos dado el gran desarrollo de espacios de comunicación alrededor de los patios; a todo esto se han sumado las repetidas intervenciones poco afortunadas en consultas, salas de diagnósticos y habitaciones. Tras la construcción del Pabellón “B”, la funcionalidad del edificio se ha visto reducida, dada la dificultad de realizar los desplazamientos entre ambos módulos.
Las obras de construcción de la Residencia Sanitaria Carlos Haya comenzaron en marzo de 1951 por la empresa Equinos, y el hospital abrió sus puertas el 30 de abril de 1956 como uno de los centros más modernos de España (del total de 8 que se habían abierto), y por supuesto el primer hospital “moderno” de la ciudad. Inaugurada por Francisco Franco, un mes antes ya había comenzado su rodaje; de sus nueve plantas solo abrió dos, y de las 350 camas teóricas que le asignaba el Plan de Instalaciones Sanitarias (330 en proyecto y una máxima de 360), sólo tenía disponible 115 junto con cuatro quirófanos.
La historia de este hospital se remonta al mes de abril de 1946, cuando la Caja Nacional del Seguro de Enfermedad convocó un concurso entre arquitectos españoles para redactar proyectos “tipo” de residencias sanitarias de 500 y 100 camas, junto con ambulatorios completos. Mediante este concurso se quieren obtener ideas para el desarrollo del Plan de Instalaciones Sanitarias que el Régimen quiere llevar a cabo en España. Dichos proyectos debían presentar edificios tipo “monobloque” con programas específicos y sobre terrenos teóricos. Los ganadores de dicho concurso serían premiados en metálico sin que el Instituto Nacional de Previsión adquiriera ningún compromiso de contratación con los premiados, pudiendo hacer uso de los anteproyectos (premiados o no) a su conveniencia. Los proyectos estuvieron expuesto entre el 14 y 25 de noviembre de 1946 en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. El primer premio para residencias de 500 camas recayó en Aurelio Botella y Sebastián Vilata, y en Manuel Martínez Chumillas y Luis Laorga para 100 camas. El segundo premio para 500 camas fue para García Mercadal junto con Ramón Aníbal Álvarez, mientras que el tercero recayó en Luis Cabrera Sánchez.
Algunos arquitectos premiados pasaron a formar parte de la plantilla del INP y a trabajar en su Plan de Instalaciones Sanitarias: Aurelio Botella, Marcide y García Mercadal pasaron a trabajar con los arquitectos Eduardo Garay y Garay, Arquitecto Jefe del Departamento Especial de Arquitectura del Instituto Nacional de Previsión, Juan Zavala Lafora, Arquitecto Jefe del mismo departamento, y Germán Álvarez de Sotomoyor, que ya formaba parte de la plantilla del Instituto Nacional de Previsión.
El Plan de Instalaciones Sanitarias tenía previsto una acción en dos etapas para dotar a España de una amplia red de instalaciones sanitarias que abarcaría 86 residencias sanitarias de 500 o 100 camas, 149 ambulatorios completos, y 110 reducidos, para consultas y asistencia.
Una de las acciones previas del Plan será enviar a uno de los arquitectos del Instituto, Eduardo Garay a realizar un viaje a Estados Unidos en compañía del médico Jefe del Departamento, Juan Pedro de la Cámara, y el ingeniero Arturo Loring Shaw, donde puedan formarse en los nuevos adelantos de la arquitectura sanitaria.
Los arquitectos del INP comenzaron a proyectar las residencias sanitarias en base al concurso y a las nuevas ideas del “Hospital en Bloque” traídas desde Estados Unidos por la referida comisión. Se quiere desterrar la idea del hospital en pabellones paralelos y aislados para un número reducido de enfermos: estos edificios se formalizan abiertos a la ventilación y unidas entre sí por patios, edificios de una sola planta o dos, pero siempre instalando al enfermo en la planta baja. Un sistema podía estar conectado o no mediante galerías. Pero con la tipología en bloque se quiere acortar distancia de desplazamiento, respetando la independencia de servicios, la cubicación necesaria sin menospreciar la aireación y ventilación imprescindibles, pero incorporando el uso de materiales modernos y medios de comunicación verticales (escaleras y ascensores).
El edificio monobloque quiere introducir todos estos elementos de interés que han estudiado en las construcciones norteamericanas, pero no para fijar normas sino para estudiar las soluciones a los diferentes problemas que se produzcan en los proyectos futuros: diferenciación de las clases de enfermos, admisión, clasificación, enfermería, departamentos quirúrgicos, esterilización, preparación y distribución de alimentos, laboratorios, evitar la transmisión de ruidos, protección contra incendios, instalaciones de servicio, etc. Así aumentaría el número de pisos (siempre desde un estudio organizado de servicios y recursos financieros), distribuyendo horizontalmente las secciones y unidades clínicas, y verticalmente (en columna) los servicios.
Todo lo expuesto sumaría muchas ventajas: la economía en el gasto de terrenos, cimentación, cubierta y zonas de paso e ingreso. Las distintas partes del hospital estarían comunicadas más rápidamente; este modelo posibilitaba la mejor orientación del edificio dentro del terreno. A todo esto se suma el ahorro en iluminación, calefacción y agua caliente, y la lógica superposición de elementos comunes en todos los pisos. Por el contrario, el coste de la construcción (cimentación, muros de sostenimiento, mayor desarrollo de escaleras, necesidad de ascensores y montacargas) sería más elevado.
Por otro lado, el concepto de hospital “de caridad” quiere dar paso al de “asistencial”, tanto en la mejora de los enfermos como en la prevención de enfermedades; el hospital moderno debe estar preparado para diagnosis (laboratorios, rayos X, etc.), por lo que debían contar con un ambulatorio anexo para estos fines.
Pero una de las características principales de estos nuevos edificios es la posibilidad de ampliaciones: por ello, deben estar construidos de manera que la estructura y las fachadas no sean definitivas; los muros fijos de carga interiores no existen, a excepción de los muros cortafuegos, para que la distribución y crecimiento de los diferentes servicios sea posible. Lo fundamental será la disposición y el esquema de funcionamiento.
En medio de este ambiente de renovación en las construcciones hospitalarias españolas, los arquitectos del INP se reparten las zonas geográficas que prefieren en relación a su disponibilidad para sacar adelante los diseños en el menor tiempo posible. Garay y Álvarez de Sotomayor proyectaron residencias para 550 y 480 camas. En el caso de la Residencia Sanitaria Carlos Haya, Germán Álvarez de Sotomayor asume un tradicionalismo impuesto a las obras oficiales, aunque en la conformación general del edificio se detectan muchos gestos de modernidad, como la simplificación formal en la fachada, y una portada que, aunque centralizada, aspira a pasar desapercibida.
IHS