Antonio Galán Lechuga, arquitecto del Ministerio de Educación Nacional, firma el proyecto del instituto en 1960, tras la visita a Antequera del ministro en 1959. Sin embargo, como informa Sebastián del Pino, el contacto del arquitecto con Antequera se había iniciado anteriormente, cuando es llamado por la comunidad de religiosas carmelitas de la ciudad para la adecuación escolar del Palacio de la Peña de los Enamorados y, en 1954, para la remodelación de la fachada principal del Ayuntamiento.
En los años sesenta y setenta, Antonio Galán intervendrá en otras construcciones educativas en Andalucía, como la participación en el proyecto de Alfredo Mateos para el Instituto Politécnico de la Rábida y la Escuela Politécnica Superior de Córdoba.
La edificación del instituto tiene lugar en dos fases. En una primera se edifica en el solar colindante a la casa-palacio que servía de sede educativa. En esta intervención se levanta un volumen compacto, nítido y lineal, paralelo al callejón de Urbina, que acoge, en planta baja, el vestíbulo, sendas escaleras en los extremos y, en la primera planta, las aulas abiertas hacia el interior. Este cuerpo despliega un diseño reticular, de extrema ortogonalidad, de amplios ventanales hacia un patio interior. La racionalidad compositiva es fruto de la búsqueda de la máxima funcionalidad, exigencia básica en un edificio de estas características. A la ordenación clara de espacios y elementos estructurales, visible también en la articulación de líneas horizontes –predominantes- y verticales limpias, se une la sobriedad y franqueza de los materiales: paramentos de cierre de ladrillo visto, amplios ventanales apaisados de cristal con perfiles continuos de metal, parasoles de hormigón de control de la generosa iluminación.
No obstante, la falta de espacio se tradujo inmediatamente en la demolición de la antigua casa-palacio y la construcción de un segundo cuerpo paralelo a calle Carrera y ocupando el ángulo entre èsta y el callejón de Urbina, destinado a la parte administrativa del complejo educativo: dirección, secretaría, oficinas y salón de actos. La utilización de elementales pilares metálicos permite la diafanidad de la planta baja y la acotación de las dos alturas a través de un muro cortina hacia el patio interior. Exteriormente esta segunda edificación concluye la imagen definitiva de la fachada al terminar de desplegar su recorrido por la vía principal. Queda de este modo articulada en tres plantas con bandas horizontales de paramento de ladrillo, solo interrumpido con estrechos ejes verticales que alojan los bajantes, y ventanales corridos de distinta altura. La asimetría resultante –el acceso en el eje derecho y la apertura de un único acceso al balcón corrido en el izquierdo-, que podría resultar negativa en una interpretación literal de la ortodoxia de la racionalidad, se convierte en un elemento estético valorable, no sólo en clave plástica sino también en lo que aporta a la lectura clara de la distribución funcional de los espacios.
Los supuestos básicos del Movimiento Moderno dialogan con elementos vernáculos y de adecuación al entorno en una doble vertiente: el espacio urbano inmediato de gran impacto histórico –palacios e iglesias- y a escala más amplia, el respeto al peso de la tradición antequerana en el uso del ladrillo, el conocido “barroco antequerano de ladrillo”. Una relectura e interpretación del Movimiento Moderno en clave vernácula ya realizada en Málaga y Antequera desde los años treinta, actualizados en la década de los sesenta en una edificación educativa.
BRG