En un entorno dominado por hotelitos de comienzos del XX e híbridos contemporáneos de estilo incierto y/o recargado, destaca esta casa por su lenguaje moderno, lo que, al igual que en otros ejemplos de viviendas unifamilares en barrios residenciales, se entiende como una toma de postura estilística, de apuesta por una modernidad que, a un siglo de su aparición, aún sigue chocando a la mayor parte de la ciudadanía. Se trata de un edificio de gran sencillez plástica a base de juegos de volúmenes interpenetrados, resaltados por su diferente cromatismo (revoco en blanco, amarillo y rojo, más piedra caliza amarillenta), que le dan un cierto toque neoplasticista. Al mismo tiempo, esta composición constituye una exteriorización funcional de su estructura interior, al diferenciarse entre un bloque central en blanco que contempla el grueso de las habitaciones en sus dos plantas (con un tratamiento diferenciado en cada una de sus cuatro fachadas, con marcados voladizos en la meridional), del que parte un bloque amarillo que comprende la caja de la escalera, y del que a su vez se proyecta uno más reducido rojo, que corresponde con los baños de la primera planta. Su interior destaca por la luminosidad y ventilación, fruto de una adecuada orientación sureste adaptada a la estrechez de una parcela extremadamente longitudinal. Esta perfecta orientación también determina su composición exterior: la fachada más «dura» la constituye la occidental, al ser un muro blanco liso con únicamente una pequeña ventana en esquina en la primera planta (solución de huecos similar a la de la esquina suroriental), de manera que es el único hueco del edificio que da a poniente (la orientación «maldita» en Málaga, por obvias razones climáticas). Esa orientación, sin embargo, obliga a que la fachada más llamativa, la norte (con el citado juego de volúmenes y colores) pase más desapercibida. La casa cuenta con una pequeña terraza en la fachada oriental y una amplia que corona todo el conjunto (confiriéndole una fisonomía más moderna en sintonía con su tratamiento exterior), y al que se accede por el volumen amarillo de la caja de la escalera, de manera que su efecto desde la terraza es el de un pequeño torreón (también rematado por una terracita inaccesible). Un magnífico ejemplo, en suma, de la posibilidad de hacer buena arquitectura contemporánea sin grandes alardes.

FGG