El centro social La Roca es una pequeña rótula de transición entre un barrio de alta densidad edificatoria y un parque que lo bordea. En un pequeño solar rectangular, la edificación -aislada- tiene el compromiso de dar respuesta a tres calles que lo contienen. Al sur, la fachada principal y longitudinal a la calle Poeta Agustín Ruano que conecta las dos calles transversales con las que el edificio interactúa; Avenida Simón Bolívar al oeste y calle Poetisa Aurora Canovas al este, encontrándose éstas a diferente cota, por lo que la intervención se comportará también en este sentido como elemento de transición. Sobre un zócalo-plaza de hormigón, la pequeña construcción se alza con un mínimo gesto -pero rotundo- como pieza de control que otorgue escala a la plaza que ordena. Por lo que el inmueble, además de resolver un programa con espacios de reunión para la vecindad, debe ordenar desde la mínima expresión del proyecto, la complejidad urbanística de su ubicación.
El solar se ordena en dos franjas longitudinales de este a oeste. La sur que conformará la plaza-zócalo de acceso y transición entre las calles transversales, y la norte con la edificación. La plaza se sitúa a cota de calle (lo que será la cota de referencia para el Centro Social) por uno de los extremos, y elevada por ocho peldaños desde la calle a cota inferior (calle Poetisa Aurora Canovas, al este). Esta elevación le permite esconder bajo la pequeña edificación una planta semisótano de reducidas dimensiones para las instalaciones. De este modo se libera la cubierta de cualquier maquinaria permitiendo su visualización como una cara más -la quinta fachada- del edificio (puesto que al encontrarse entre bloques de gran altura, es constantemente divisado desde el entorno). El gesto o la intención, materializada en la mínima expresión arquitectónica que es la pieza estudiada, es eficaz y certera en todos los aspectos. Tanto a nivel arquitectónico como urbanístico.
El programa se resuelve en una sola crujía (compuesta por ocho pórticos que intuimos desde las vigas de descuelgue invertido apreciadas en la cubierta) ordenada por un eje de circulación al norte. Desde el vestíbulo de acceso, en una posición lateral o descentrada con respecto al conjunto, se da cabida a dos salas de reuniones (talleres de encuentro y trabajo), aseos generales y tres despachos, hacia el oeste; y a un área de usos múltiples con cocina y cafetería, al este. La distribución en planta hace permeable las visuales en las direcciones principales. Las estancias abiertas a sur y el pasillo de circulación abierto a norte permiten la ventilación e iluminación cruzada de todo el conjunto. Esto, junto con el gran vuelo que lo protege, hará del centro social un lugar de encuentro y disfrute regido por la eficiencia energética con la que ha sido proyectado. Por lo que el confort interior está garantizado y el consumo general reducido.
El edificio destaca en el entorno, además de por convertirse en una pequeña pieza de encuentro (tanto exterior como interior) y por su ordenación, por el color blanco que caracteriza a la pequeña caja. Caja construida con cerramientos de fábrica de ladrillo de hormigón blanco con marcadas huellas de las llagas horizontales que esconden aún más la baja altura del inmueble. Ésta irradia luz sobre un suelo de hormigón lavado gris y se convierte en un foco de atracción en la noche a través de la cerrajería de lamas horizontales que protege las estancias en su fachada sur y que desprende una luz tamizada y controlada sobre el zócalo.
JOVC